‘El contenido de la memoria es una función de la velocidad del olvido’
-Norman E. Spear
En granate, gris y azul.
También está el humo y el olor a gasolina.
El eco de la montaña invadido por el sonido del generador y los coches.
El bocata de lomo con pimientos, el caldo.
El olor a musgo y a humedad.
El frío.
Evocar el pasado es, a veces, comenzar por someterse a la memoria sensorial. Así es como siento aquel fin de semana: en granate, gris, azul y, sobre todo, lo recuerdo juntxs.
Avanzar de cara a la velocidad del tiempo es encontrar lo que sobrevive a su paso.
Las marcas.
Lo que no se olvida, lo que resiste a su pesar.
Al mirar con perspectiva, aquello que fue realmente importante es lo que perdura.
Tras estos años de barbecho, el recuerdo que se perpetúa es el del hacer colectivo.
El grupo, la meta común, unirse en un mismo propósito para liberarse del ritmo individual y sumergirse en una cadencia compartida.
En aquellos días todas nuestras acciones se medían en milésimas de segundo.
El baile, el sudor. Los cambios de luz.
El movimiento; el de los cuerpos y las cámaras, ambas sometidas al gesto. La velocidad construida desafiando el ritmo natural. Todos los detalles, todas las personas sutilmente movidas al unísono bajo el propósito de crear un nuevo tiempo.
Un tiempo compartido que ya fue y, aunque pasado, continúa siendo.
Algo que no se puede olvidar, como nuestro origen.
_Paula Gómez (@paulagomez.__)